El otro dia me encontre con este documento, que transcribo a pie de letra. Mi motivo no es ofender ni decir que el titulo no vale, al contrario. Solo quiero ponerlo como punto de reflexion, para que todos podamos construir a partir de opiniones encontradas y diferentes. Por eso tomo prestada la opinion de. Insisto, es algo para debatir y criticar constructivamente. No para atacar a destruir.
Después de algunos años de impartir lecciones y de ser director en varias universidades, tanto públicas como privadas, escucho reiteradamente una frase en los estudiantes: “yo estudio porque quiero ser profesional”. Otros, más directamente, dicen: “yo quiero un título para ser profesional”. De manera similar, muchos colegas manifiestan frecuentemente: “yo soy profesional porque tengo una licenciatura, una maestría o un doctorado”. Este espejismo de que basta el título para ser profesional es reforzado por los mismos colegios o gremios profesionales, que deciden si alguien es ingeniero, médico, farmacéutico o sociólogo, según tengan o no un diploma universitario en alguno de esos campos.
Yo quisiera reflexionar en estas líneas acerca de algo que nos interesa a todos los que laboramos en el sector educación, yo quisiera que reflexionemos acerca de la pregunta: ¿ qué es ser profesional? Contrario a los que muchos estudiantes y profesores piensan, considero que el ser profesional no tiene que ver directamente con títulos universitarios y grados académicos. No es la licenciatura, la maestría o el doctorado lo que hace que una persona sea profesional. Aún más, muchas veces los títulos son obstáculos para que un graduado universitario se convierta en profesional, pues nos refugiamos, nos escudamos en los títulos para no tener que demostrar sí somos o no somos competentes.
Vivimos en una cultura en la que nos fascina anteponer a nuestro nombre el título que tenemos: nos llamamos Licenciado, Máster o Doctor. El título ha pasado a ser parte de nuestro nombre, como lo es el nombre de pila o los apellidos. E incluso, hemos llegado a creer que es señal de respeto nombrar a una persona por su título universitario. Pero muchas veces, y quizás la mayoría de ellas, hacemos eso para no tener que demostrar nuestras competencias. Cuantas veces escuchamos decir: yo no hago esa tarea por que un profesional no limpia el piso o no hace mandados. ¿El que puede lo más no puede lo menos? Pero también, ¿cuántas veces vemos la secretaria o el conserje sin títulos universitarios que realizan su labor profesionalmente?
Todos los que leen estos párrafos estaríamos de acuerdo en afirmar que Pelé, el famoso futbolista brasileño es un profesional, y sin embargo, él al igual que la mayoría de futbolistas famosos de la actualidad, nunca se graduaron en una universidad. Los pintores reconocidos, como Dalí o Picasso, nunca obtuvieron una licenciatura o una maestría en Bellas Artes o en Pintura, y sin embargo, son universalmente reconocidos como profesionales.
Vayámonos a algo más concreto: muchos de los principales empresarios de cualquier país de América Latina nunca sacaron ni siquiera un bachillerato universitario en Administración de Negocios y sin embargo, en no pocos casos, esas personas sin títulos sentaron las bases de las economías de sus países. Aún más, resaltemos una contradicción: hoy más que nunca proliferan los graduados en Administración de Empresas, hoy más que nunca hay una explosión de los MBA, pero también hoy más que nunca esos graduados en Administración de Negocios no intentan, y en muchos casos ni sueñan, con fundar su propia empresa.
Entonces, reaparece de nuevo la pregunta: ¿Qué es ser profesional? ¿ Por qué personas que no son graduadas universitarias son verdaderos profesionales y por qué graduados universitarios, inundados de títulos, no son profesionales?
Pareciera que el ser profesional no tiene que ver tanto con la cantidad de títulos de una persona sino con tres factores interrelacionados: primero, la capacidad de cumplir con las metas del trabajo y de resolver problemas; segundo, la capacidad de una persona de innovar constantemente su labor; tercero, la capacidad de amar lo que se hace.
Veamos estos tres elementos. La capacidad de cumplir con las metas del trabajo y resolver problemas es algo que no se deriva automáticamente del título universitario de la persona. Aún más, cada vez con mayor frecuencia los puestos en las empresas no calzan con las profesiones. Uno de los problemas de las universidades hoy en día es que siguen ofreciendo carreras que ya no coinciden con las necesidades del sector empresarial y de la sociedad civil.
La capacidad de resolver problemas y de cumplir con las funciones del puesto tiene que ver más bien con la capacidad de adaptar un conocimiento teórico a la realidad de la empresa, tiene que ver con la capacidad de tener iniciativa, de ser emprendedor, tiene que ver con la capacidad de asimilar los fracasos, de caerse y ponerse de pie, tiene que ver con el deseo insaciable de ir más allá de lo mínimo, tiene que ver con la capacidad de controlar el enojo y el estrés, con la capacidad de comprender el entorno de la empresa, tiene que ver con la capacidad de aprender por cuenta propia, de trabajar en equipo.
Ser profesional tiene que ver con muchas cosas y muy poco con los conocimientos – en poco tiempo obsoletos- que nos dejó el diploma universitario. Ser profesional, mas que con conocimientos, tiene que ver con habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes. Ser profesional requiere además el reconocimiento que, si bien mi puesto me genera un salario, yo desempeño ese puesto no para mí sino para los demás.
Hablemos muy brevemente del segundo elemento innovar constitutivo del ser profesional: constantemente el trabajo que desempeñamos. Lo que hacemos cotidianamente en la empresa se puede hacer cotidianamente de maneras diferentes: cuando llegamos a una empresa
generalmente hay un manual de puestos que describe las funciones o tareas de nuestro cargo: una persona llega a ser profesional –posea o no un título universitario- cuando logra hacer añicos -de manera positiva- las funciones que al principio describían al puesto. Una persona es profesional cuando le impregna un sello propio, un sello personal, al puesto que desempeña: en este momento se fusionan la personalidad del individuo con el puesto que ocupa.
Por el contrario, nada más perjudicial que tomar al pie de la letra las funciones del cargo contenidas en el manual de puestos. El tercer elemento constitutivo del ser profesional, dijimos, es el amor que le ponemos a lo que hacemos. Difícilmente Picasso, Dalí, Pelé o el
empresario hubieran hecho esas grandes obras si no hubieran tenido amor por lo que hacían. ¿Cuántos odontólogos, médicos y abogados les desagrada su trabajo? ¿Cuántos agricultores sin título son felices con sus labores? Podríamos llegar a afirmar que éste es el elemento principal del “ser profesional” y que los dos anteriores dependen de él: si no queremos lo que hacemos, difícilmente vamos a cumplir bien las metas de nuestro trabajo y difícilmente vamos a ser innovadores de nuestro puesto.
Entonces, si los títulos y grados universitarios no hacen a la persona profesional, surge la pregunta:¿para que mantener abiertas las instituciones de educación superior? La respuesta es simple: hoy más que nunca se requieren instituciones de educación superior que
produzcan profesionales y no únicamente gente con títulos. En otras palabras, hoy más que nunca se requieren centros de educación superior que basen su formación no tanto en conocimientos –que son efímeros- como en habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes. Podríamos mencionar muchas de estas cualidades: aprender a aprender, trabajo en equipo, espíritu emprendedor y crítico, capacidad de resolver problemas, liderazgo, capacidad de comprender el entorno, etc.
Pero entre todas esas cualidades que determinan que un titulado llegue a ser un profesional destaca una: la toma de consciencia de que, independientemente de que seamos informáticos, administradores de empresas, biólogos o sociólogos, nuestro trabajo tiene un fin social: servir a nuestros semejantes. La meta de un titulado es muchas veces ganar dinero a toda costa; un profesional también puede aspirar a ganar dinero pero tiene claro que lo puede hacer en el tanto que sirva a los demás.
Esta es la meta que nos debemos proponer todos los que laboramos en el sector universitario: formar gente competente con sensiblidad social; nuestra meta debe ser formar profesionales cuya carta de presentación sea no el título sino la manera en que hace las cosas. Para ello requerimos diseñar y ofrecer planes de estudios, que más que conocimientos, inculquen en los estudiantes habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes.
Dr. Willy Soto Acosta
Catedrático Universidad Nacional de Costa Rica
Es un texto que hasta ahora no se si se acredita al personaje en cuestion, y si el existe, pero dejando de lado la veracidad de quien firma (que espero no afecte decirlo) este texto bien puede ser el reflejo de alguien que se cuestiona sobre que significa ser profesional. Espero comentarios, sugerencias, criticas constructivas que puedan ayudar a hacer crecer el tema, bienvenido el debate.
enero 30th, 2011 by jailandrade
Referencia http://tqver.com/?p=352
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